Conseguir capital para poder desarrollar un proyecto empresarial es fundamental.
Cuando el proyecto llega a la fase de búsqueda de financiación, es muy probable que el emprendedor ponga el foco de todas sus energías en esta tarea, dedicando gran parte de su tiempo a definir un valor mínimo para su empresa o el porcentaje máximo que quiere ceder.
Estoy absolutamente de acuerdo en que destine parte de su tiempo a esta tarea, que lleve las exposiciones muy preparadas, o en el caso de reuniones directas, que previamente estudie y conozca al inversor al que quiere convencer de las bondades de su proyecto. Pero hay algo que no puede dejar de tener en cuenta, y es que el verdadero inversor, el único que de verdad permite una financiación a largo plazo de la empresa y que hace nuestro proyecto sostenible tiene nombre y apellidos: el cliente/usuario que necesita nuestro servicio/producto.
Este “inversor/cliente” tiene unas características que lo hacen distinto, por ejemplo, sólo realiza pequeñas “inversiones” y si no está contento en como “funciona la sociedad” no vuelve a “invertir”. Tampoco firma ningún pacto de socios, ni protocolo de comportamiento, simplemente desaparece, y si le preguntan dará mala opinión a otros “inversores”.
Es por lo tanto fundamental que, al igual que cuando nos enfrentamos a una ronda de inversión, nos preparamos detalladamente cualquier gesto o frase del pitch y estudiamos a los posibles inversores, también debemos, cada día, estudiar a nuestro “inversor/cliente” y preparar nuestro producto/servicio para que cada vez que “invierte”, cada vez que utiliza nuestro producto o servicio, quede totalmente satisfecho para volver a invertir.