Decidir qué funcionalidades se deben priorizar no es fácil en desarrollo de producto. Esa decisión significa decir NO a una lista (casi siempre interminable) de funcionalidades que se quedarán para “el siguiente Sprint”. Todas ellas son ideas buenísimas (sino no habría problema), experimentos interesantes o peticiones de usuarios que tenemos que aplazar o directamente descartar.
Cuando tenemos una visión del producto junto a una métrica clara donde queremos impactar, es mucho más fácil hacer este descarte. ¿Qué perseguimos? ¿Bajar el CAC, aumentar los registros, el LTV o la recurrencia? Es verdad que probablemente queramos mejorar todas ellas pero una es la que debería ser la más importante. Centrarnos en un objetivo claro hace más fácil las decisiones y también el análisis de si estamos teniendo éxito o no.
Es fácil, cuando no se desarrolla con una línea clara, encontrar en los resultados siempre algo positivo o iniciar funcionalidades fruto de decisiones improvisadas o espontáneas. No mejoramos la recurrencia (que es lo que en principio nos preocupaba) pero sí ha disminuido el CAC. ¡Claro que es una buena noticia!, pero no fruto de nuestro desarrollo de producto y será, seguramente, algo pasajero. Es difícil mantener algo o seguir mejorándolo cuando no entiendes muy bien cómo ha sucedido.
Preguntaros con cada funcionalidad: a qué grupo de usuarios va a impactar (¿a los nuevos, recurrentes o a todos?), qué métrica mejorará o cuál es el impacto que queréis conseguir. ¿Se dirige ese impacto hacia lo realmente importante en estos momentos? ¿Es, de entre las opciones que tenemos, la más sencilla y/o rápida? Si es así conseguiremos maximizar el impacto de nuestras acciones y estar más cerca de lo que queremos. A veces se puede pensar que la solución es hacer cuantas más cosas y más rápido mejor. Siempre es buena idea ir más rápido y producir más, pero casi nunca suele bastar con eso.