Se me ocurren al menos dos momentos en los cuales el emprendedor se pone a prueba y nos revela la vocación que tiene de ser empresario.
La primera es cuando el proyecto «sale a vender». Hasta ese momento se ha trabajado duro y en muy distintos aspectos (desarrollo, diseño, producción, etc.) pero los logros conseguidos solo pueden validar nuestra capacidad de trabajo.
Sin embargo, cuando “salimos a vender” nos encontramos con la realidad del mercado y con la verdadera prueba para nuestro proyecto. En estos momentos, el análisis de los acontecimientos que se van a producir y las decisiones que se van a tomar, van a ser distintas en el emprendedor con vocación de empresario del que no la tiene.
El segundo momento es cuando las cosas van bien, el proyecto funciona y la empresa crece. En esta situación el emprendedor que tiene aspiración empresarial piensa sobre la forma de crecer más rápido y adquirir competidores pero no se plantea vender su empresa ni hacerse inversor.